Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay alcanzaron la cima del Everest en 1953. Desde entonces más de 4.000 personas lo han conseguido gracias a la pericia, los avances técnicos y, también, al dinero (80.000 euros). El ascenso se realiza en condiciones tan extremas que, en su tramo final, cada paso sólo puede darse después de tres respiraciones, a una temperatura media de -35º C y con vientos racheados que cambian constantemente de dirección. Todo ese trasiego de gente ha dejado tras de sí 50 toneladas de basura y 300 cadáveres congelados que van marcando el camino hacia la cumbre. Ahora, el Everest es noticia por la demanda que ha efectuado un CEO (ejecutivo) de una empresa de Silicon Valley, a su guía por incumplimiento de contrato reclamando una compensación de 100.000 dólares, a pesar de que el documento especifica que la suma aportada no garantiza pisar la cima. Por lo visto, el guía paró el ascenso debido a las peligrosas condiciones que había: calor, acumulación excesiva de nieve y la amenaza de una gigantesca masa de hielo colgante (llamado serac) que podía desprenderse y arrasar a todo el grupo. El guía ya conocía de antemano los efectos desastrosos que puede causar este fenómeno pues en 2014, la caída de un serac mucho más pequeño sepultó a 16 montañeros. Con buen criterio antepuso la cordura a la temeridad. Sin embargo, la arrogancia del CEO, mucho mayor que su prudencia, lo llevó a presentar la demandar, quizás por la frustración de no poder tomarse la selfie en la cima. Y es que hay gente que intenta comprar la felicidad olvidándose de que las cosas valiosas no se compran con dinero. Se puede comprar una cama, pero no el sueño; se puede comprar un reloj, pero no el tiempo; se puede comprar un libro, pero no la sabiduría; se puede comprar una posición (CEO), pero no el respeto. www.carloshidalgo.es