CARLOS HIDALGO Psicólogo clínico

Sindrome Postvacacional

El síndrome postvacacional

Frecuentemente, la llegada de septiembre se recibe con ánimo triste, apático e irritable, complicando la vuelta a la rutina. El llamado síndrome postvacacional no es otra cosa que un periodo de adaptación, o lo que es lo mismo, el cuerpo intentando acostumbrarse de nuevo a la rutina. Y es que todo cambio conlleva una fase de aclimatación, especialmente si en ese cambio se pierde confort y placer (típico del periodo vacacional) y se aumenta el displacer que supone madrugar, esforzarse y trabajar. Sin duda, las emociones que se generan son incómodas, pero de ahí a etiquetar este estado como un síndrome va un trecho. El problema es que se ha desarrollado una tendencia a considerar patológico todo aquello que simplemente es fastidioso, obviando el hecho de que experimentar emociones desagradables forma parte de un ser vivo y no tiene porque ser algo insano. Hay muchas experiencias en la vida que pueden soliviantarnos provocando emociones tan incómodas como la tristeza, la angustia o la rabia, pero por hirsutas que sean tienen su función. Las personas que viven en el mundo de Yupi o ven la vida bajo el prisma de una gafa “happy flower”, creen que las emociones desagradables son tan perjudiciales que están convencidas de que cualquier estado emocional que se aleje de la alegría, la felicidad y el contentamiento se da porque algo va mal en nuestra existencia. Sin embargo, lo natural es que estas emociones de tristeza, ansiedad o exasperación, sean pasajeras y desaparezcan en unos pocos días. La clave está en aprender a gestionarlas con eficacia. En general, el ocio, el ejercicio físico y el contacto socialtienen un impacto tan positivo en nuestro estado de ánimo, que es una buena idea dedicar tiempo a estas actividades, compensando así el impacto del cambio de rutina. No obstante, si ese estado de ánimo persiste más allá de tres semanas, sería recomendable acudir a un profesional. www.carloshidalgo.es

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