El efecto chubasquero
La Guardia Civil detuvo la pasada semana a un presunto estafador de la Vilavella como presunto autor de 125 delitos. La cantidad estafada por esta persona, que se ganaba la confianza de sus víctimas al ser ex empleado de un banco de la propia localidad, supera los 75.000 euros. El acusado engañaba a las víctimas haciéndoles creer que les formalizaba un plazo fijo, pero la realidad es que se quedaba con el dinero y nunca realizaba la operación. Se aprovechaba de la confianza que los vecinos tenían depositada en él. Siempre que nos relacionamos con la gente lo hacemos en base a una serie de expectativas. Creemos que esas personas se van a comportar de una manera determinada. Cuando esas expectativas no se cumplen, solemos sentirnos tristes y desilusionados. Hasta aquí todo normal. No obstante, hay ocasiones en que la decepción es tan grande que nos quedamos atascados alimentando la inquina y el rencor hacia la otra persona. En este punto decidimos dejar de sufrir y nos ponemos, de manera metafórica, un chubasquero, intentando protegernos para que no nos vuelvan a hacer daño. El ejemplo clásico de este efecto es el de una persona que no vuelve a comprometerse en una relación de pareja después de un desengaño particularmente doloroso. Ponerse un chubasquero implica protegerse de la lluvia y el viento evitando que nos dañen, pero también implica cerrarse y no dejar salir nuestras emociones. El ser humano es permeable y esta actitud nos impide crecer como personas. Estos vecinos estafados deben intentar que el chubasquero que sin duda se acaban de poner, no se convierta en su segunda piel. www.carloshidalgo.es