CARLOS HIDALGO Psicólogo clínico

La bicicleta de Tolstói

La bicicleta de TolstóiSe dice que las personas que se encuentran en los estertores de la muerte, se arrepienten más de las buenas experiencias que no llevaron a cabo, que de las cosas malas que sí hicieron. Es un hecho demostrado que, cuando miramos hacia atrás, no hay peor sensación que el desasosiego que produce sentir que si se hubiese tenido voluntad, las decisiones que tomamos nos habrían llevado a una vida más feliz. Hasta hace poco tiempo, se creía que el cerebro alcanzaba la madurez máxima a los 25 años, momento en que termina su desarrollo. Pero, gracias a las últimas conclusiones sobre neuroplasticidad, se sabe que el cerebro tiene la capacidad de modificarse creando nuevas conexiones neuronales, para responder a las exigencias del entorno. Así, contrariamente a lo que se pensaba, esto se mantiene durante toda la vida, por lo que el aprendizaje puede (y debe) ser una constante en la vida de cualquier persona, ya que, sin importar la edad que se tenga, siempre puede uno cultivarse. Un paradigma de esto, lo encontramos en el novelista ruso León Tolstói. El autor de “Ana Karenina” o “Guerra y Paz” (quizás el libro de autoayuda más extenso de la historia, pues sus 1.900 páginas están trufadas de consejos y reflexiones), no solo fue digno de admiración por su obra literaria, sino también por la manera en cómo mantuvo al aprendizaje como algo esencial en su vida. A los 67 años, la Sociedad Moscovita de Amantes del Velocípedo, le regalo una bicicleta que venía acompañada de un manual de instrucciones. Para asombro de todos, Tolstói aprendió a montarla y a desplazarse con ella con gran soltura. Y es que, no importa la edad que uno tenga, nunca es tarde para aprender a tocar un instrumento, a hablar un idioma, a iniciar unos estudios o alguna manualidad. Como dijo el insigne novelista ruso: “los dos guerreros más poderosos son la paciencia y el tiempo. No hay éxito de la noche a la mañana, pues los grandes logros llevan su tiempo”. www.carloshidalgo.es

La ciencia de la felicidad

La ciencia de la felicidad A pesar de que la felicidad es un concepto multifacético que involucra matices emocionales, psicológicos y sociales, hay un aspecto biológico subyacente que también desempeña un papel crucial. Esta connotación biológica se relaciona con las hormonas, compuestos químicos producidos por el cuerpo que influyen en nuestra dicha y bienestar general. Entre las numerosas hormonas que afectan a nuestro estado de ánimo, hay cuatro que destacan particularmente por su papel en promover la sensación de alegría y felicidad. Estas son la dopamina, la serotonina, la oxitocina y las endorfinas. Estos cuatro neurotransmisores se activan o estimulan de formas diferentes y conocer su funcionamiento ofrece una visión asombrosa sobre cómo nuestro cuerpo regula nuestras emociones cuando experimenta el gozo, la satisfacción y el solaz. Por un lado, se conoce a la dopamina como el neurotransmisor del placer y la recompensa, ya que se libera en respuesta a experiencias placenteras, como comer algo delicioso, recibir un cumplido, escuchar música o hacer ejercicio. El segundo de los neurotransmisores es la serotonina, asociada comúnmente con sentimientos de felicidad, calma y satisfacción. Actividades como leer, dar un paseo o meditar ayuda a aumentar su nivel en el cuerpo. La oxitocina es conocida como la “hormona del amor”, pues se libera en respuesta al contacto físico cercano como besos, caricias o abrazos. Además de promover sentimientos de apego y vínculo en las relaciones interpersonales, también impulsa la empatía y la generosidad. Cultivar relaciones significativas, ser afectuoso y altruista aumenta los niveles. Por último, las endorfinas son los neurotransmisores que actúan como analgésicos naturales del cuerpo, liberándose en respuesta al estrés o al dolor, aliviando el malestar. Hacer ejercicio, comer chocolate o reír, liberan endorfinas elevando nuestro estado de ánimo. En resumen, las hormonas de la felicidad desempeñan papeles diversos, pero interrelacionados en la promoción del bienestar emocional y, al comprender la química que hay detrás, podemos realizar acciones que fomenten un estado de ánimo positivo, cultivando una sensación duradera de bienestar. Porque la felicidad no está en el tener, sino en el ser. www.carloshidalgo.es

La megalomanía

LA MEGALOMANÍA El jefe del Kremlin, Vladimir Putin, considera a Rusia como la gran defensora de los derechos humanos internacionales atesorando la mayor reserva moral del mundo. Esta declaración es como mínimo hilarante en un país donde, tan solo en los 2 años de guerra contra Ucrania, han muerto decenas de oligarcas, empresarios y políticos rusos en circunstancias variopintas y extrañas. El último hace unas semanas, cuando Alexéi Navalny, emblema de la oposición, murió en una prisión de máxima seguridad de manera repentina, librándose así de su enemigo más molesto. Ahora, tras su reciente reelección al frente del poder en Rusia, en unas elecciones “libres” (de disidentes por lo menos), Putin está intentando que el tablero de la guerra se amplíe a toda Europa, agitando el fantasma de la III Guerra Mundial. Este ajedrez de poderes atómicos, sitúa al mundo en una tensa espera similar a la ocurrida en la Guerra Fría del siglo XX. Los analistas más optimistas creen que no se llevara a cabo, pero cuando uno de los bandos tiene en el poder a un megalómano del calibre de Putin, todo puedo ocurrir. En los más de 20 años que ostenta el poder, ha demostrado que busca más ser temido que querido, siendo un soberbio respecto a sus propias capacidades y creyéndose superior a todos debido a su egolatría sobredimensionada. Su delirio de grandeza es tal, que se comporta con desprecio hacia los demás, tomando decisiones irracionales y perjudiciales para su país, priorizándose él sobre el bienestar colectivo. Además, su comportamiento autocrático y su resistencia a la crítica, fomenta un clima de miedo y represión, que son los dos pilares donde se asienta su regencia. Paranoico como pocos, una de las excentricidades que practica, cada vez que sale de su país, con el fin de que no caigan en manos malvadas que puedan averiguar su estado de salud, es llevar su propio inodoro para que sus guardaespaldas recojan, en bolsas especiales, sus deposiciones, enviándolas a Rusia para destruirlas. Para mear y no echar gota, nunca mejor dicho. www.carloshidalgo.es

El experimento de la cicatriz

EL EXPERIMENTO DE LA CICATRIZ Hace unos años, los investigadores Kleck y Strenta, llevaron a cabo un estudio, con el objetivo de evaluar cómo la autopercepción puede afectar a nuestro juicio, que se denominó el experimento de la cicatriz. Un grupo de personas, acudió a una entrevista de trabajo, con la misión posterior de comentar si sintieron algún tipo de discriminación. A varias de ellas, se les dibujaron cicatrices monstruosas en el rostro, con ayuda de un buen maquillaje. Luego, se les puso frente a un espejo para que se vieran bien y tomaran conciencia de su deformidad. Pero, antes de salir, pasaron por maquillaje de nuevo para “hidratar” la herida, aunque en realidad les borraron la cicatriz por completo, sin que se dieran cuenta. Los resultados obtenidos tras la entrevista mostraron que estas personas se sintieron discriminadas por sus “cicatrices”, notando malestar por parte de los entrevistadores, debido a esas señales; marcas que estaban en su mente, pero no en su piel. Es más, los entrevistadores afirmaron que no les había convencido el perfil en la selección porque los candidatos exteriorizaban estar acomplejados por su físico. Y es que, ante ciertos acontecimientos de nuestra vida, lo verdaderamente importante es cómo juzgamos o entendemos nuestros defectos, lo que hace que nos comportemos de una determinada manera. Dicho de otra forma, nuestras expectativas influyen tanto en nuestras experiencias, que acaban jugando un papel crucial en la forma en que percibimos y experimentamos el mundo que nos rodea. Como ocurre en la llamada percepción selectiva, que es cuando nuestra expectativa filtra la información que se recibe, prestando atención solo a los estímulos que coinciden con lo esperado, pasando por alto los que no lo hacen. Por ejemplo, si esperamos que alguien sea amable con nosotros, es más probable que notemos y recordemos sus acciones amables; mientras que, si esperamos que sean groseros, es más probable que prestemos atención a cualquier comportamiento negativo. En definitiva, al ver el mundo como somos, y no como es, lo que vemos es lo que esperamos ver. www.carloshidalgo.es

LA AVARICIA

LA AVARICIA¿Qué nos lleva a sucumbir a los placeres prohibidos? San Gregorio Magno (Papa del 590 al 604 d. C.) no solo nos obsequió con el canto gregoriano, sino que también tuvo la gentileza de reunir los siete pecados capitales, agrupándolos en siete categorías comunes del comportamiento humano que propenden a provocar enfrentamientos entre las personas. En la antigüedad, con el fin de encontrar la orientación divina, los filósofos tenían un doble sistema de clasificación: los buenos comportamientos se denominaban virtudes, y los que conducían a malos resultados, vicios o pecados. En la actualidad, los últimos descubrimientos en neurociencia muestran que la gula está relacionada con el sistema de recompensa del cerebro, la lujuria se activa por el olfato y la vista, la ira se desencadena por la amenaza o la frustración, la envidia nace de la comparación con los demás, la pereza nos ayuda a ahorrar energía, la soberbia nos hace sentir superiores y la avaricia nos hace acumular más de lo que necesitamos. En plena tormenta por el “caso Koldo”, o como pasar de ser portero de prostíbulo a millonario, sale a la luz uno de estos pecados capitales: la avaricia. Para la psicología, la avaricia es la incapacidad para controlar o poner freno al deseo, a pesar de que las necesidades básicas estén cubiertas. Éticamente, la avaricia se entiende como un egoísmo desmedido, siendo el único pecado capaz de engendrar otros males como la traición, la alevosía, el robo o la deslealtad. La avaricia, raramente se manifiesta como tal, pues con frecuencia adopta el aspecto de la avidez, de la codicia, del ansia o de la usura. Así, lo que más caracteriza al avaricioso es el interés propio, un egoísmo que nunca se consigue satisfacer. No en vano se dice que, la avaricia, ese afán excesivo de riqueza, para su uso ilícito, inmoderado y/o lucrativo, es como el agua salada: cuanto más se bebe, más sed da. Como dijo Epicuro, si quieres ser rico, no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia”. www.carloshidalgo.es

EL SÍNDROME DEL MOMENTO PERFECTO

El Síndrome del momento perfecto es el fenómeno que se produce cuando realizamos comparaciones sobre cómo es nuestra vida, frente a las imágenes de las redes sociales, donde vemos a nuestros contactos disfrutando de la vida, dando la impresión de ser sumamente felices, pareciendo nuestra vida insulsa, anodina y vacía. El hecho de desear tener vidas tan perfectas, como las que aparecen en las redes, suele acarrear sentimientos de inferioridad, vacío emocional, ansiedad, pesimismo, baja autoestima y falta de aceptación. Las personas afectadas por este síndrome comienzan a cambiar su escala de valores al asociar la felicidad a factores externos como el dinero, la belleza o la fama, lo que les lleva a descuidar sus ideales y aspiraciones personales. Además, este sentimiento de inconformidad constante, hace que se pierda la capacidad de disfrutar del momento presente, debido a que las expectativas son tan altas, que se hacen inalcanzables. El primer paso para superarlo es reducir el tiempo de exposición a las redes sociales, ya que usualmente es ahí donde se inicia la comparación con la vida de los demás, puesto que un visionado constante retroalimenta la sensación de vacío. En segundo lugar, hemos de saber que esas imágenes, no representan la totalidad de la vida de una persona, son más bien una idealización de una pequeña parte de esta. En tercer lugar, hay que aprender a apreciar los momentos “reales”, valorando lo que tenemos en lugar de compararnos con los demás. La clave pasaría porestablecer expectativas realistas para las ocasiones especiales, y comprender que no siempre pueden salir según lo planeado, pues la realidad es que la vida es una mezcla de momentos buenos y malos, y aceptar esta dualidad es esencial. Convendría, en lugar de buscar el momento perfecto, esforzarnos por crear momentos significativos, que no tienen porqué ser grandiosos o extraordinarios, sino simplemente ser auténticos y alineados con nuestros valores. Al cultivar la capacidad de crear experiencias significativas, podemos encontrar la satisfacción en la autenticidad, en lugar de en la perfección.

MUSICOTERAPIA

Más allá de ser considerada como un mero entretenimiento, la música tiene un impacto positivo en nuestra salud mental, pudiendo llegar a cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar. El aspecto gratificante de ésta se debe a la liberación de dopamina en el cuerpo estriado ventral, el conocido como centro de la motivación del cerebro, por lo que tendría un efecto positivo gracias a la obtención de dopamina. Esta recompensa bioquímica explica el instantáneo placer que sentimos al escuchar música, incluso estando triste. En este sentido, sabiendo que el nivel de la hormona prolactina no está limitada únicamente a la maternidad y la lactancia, sino que también se eleva en situaciones de estrés emocional, con consecuencias negativas en el ánimo, se sabe que escuchar música la autorregula estabilizando el organismo. Más allá de esto, la música también facilita la neurogénesis, esto es, la formación de nuevas neuronas a partir de células madre que se producen en varias regiones del cerebro incluyendo el hipocampo, facilitando así la plasticidad cerebral. Y, si se escucha en compañía de otros, aún es más gratificante, pues cuando compartimos la música, podemos beneficiarnos de la conexión social, siendo una manera de crear vínculos emocionales. Qué duda cabe que cada uno condiciona los recuerdos de manera idiosincrática. Por eso, en momentos de tristeza y/o ansiedad, puede ser de gran apoyo emocional tener a mano una lista de canciones que nos recuerden momentos felices. No obstante, en un reciente estudio, se ha publicado una lista de canciones que tienen el poder de influir en nuestro ánimo. Así, si estamos tristes, escuchar “Walking on Sunshine” de Katrina and The Waves, “Don’t Stop Me Now” de Queen o “Good Vibrations” de The Beach Boys, nos alegrará el día. Si lo que tenemos es ansiedad, la canción que la reduce hasta un 65 %, (igual que tomar una benzodiacepina), es “Weigthless” de Marconi Union. Visto lo visto, encontrar una canción que mejor conecte con nuestros sentimientos es clave para el bienestar emocional. Así que, búscala y dale al Play. www.carloshidalgo.es

Martes y 13

MARTES Y 13 Este año, el destino ha querido que haya dos martes y 13. Uno ha sido hace unos días y el siguiente será en agosto. La combinación del día martes y del número 13 tiene su explicación. Por un lado, el martes simboliza al planeta Marte, signo de guerra y conflicto. Por otro, la triscaidecafobia, fobia al número 13, la encontramos en el cristianismo, ya que fueron 13 los asistentes a la última cena de Jesús y siempre se ha considerado a Judas, quien le traicionó, como el apóstol número 13. Es más, sin salirnos del cristianismo, es en el capítulo número 13 del “Apocalipsis” cuando se menciona la llegada del anticristo. Por estos motivos, muchas personas asocian la llegada del martes y 13 con la mala suerte. La creencia está tan popularizada, que existe una palabra que define el miedo a los efectos del martes y 13: trezidavomartiofobia. Evidentemente, siendo que no hay base científica donde apoyarse, el miedo infundado a que llegue esta fecha no es otra cosa que una superstición que suele ir asociada a cuestiones como la necesidad de predictibilidad, control y seguridad. Es cierto que lo habitual es que todos necesitemos vivir en un mundo relativamente predecible, que nos permita saber por qué pasan las cosas. El problema viene cuando se crean asociaciones que nos llevan a fabricar una correlación ilusoria, una creencia mágica. Un ejemplo podría ser atribuir el hecho de suspender un examen por ser martes y trece. A partir de ahí, una vez que hemos creado la regla supersticiosa (es martes 13 y el día será un desastre), la mente buscará datos que confirmen la regla, rechazando los que no la cumplan. Pero conviene recordar que, una superstición, es una creencia irracional según la cual se considera que una coincidencia o circunstancia, sin relación objetiva con la situación vital de una persona, puede influir en ella. Y, aunque la superstición ha sido compañera de la humanidad a lo largo de la historia, mejor no ser supersticioso, trae mala suerte. www.carloshidalgo.es

El factor suerte

El factor suerte En el imaginario colectivo, ese término que engloba los mitos y leyendas que funcionan como una mente social colectiva, se afirma que encontrar un trébol de cuatro hojas, tocar madera, tener una herradura encima del dintel de la puerta o llevar consigo una pata de conejo, son maneras de atraer la suerte para mantenerla a nuestro lado. Pero, si lo que queremos es llamar a la suerte, hay formas un poco más científicas de hacerlo. Un sesudo y longevo estudio sobre personas consideradas afortunadas, arrojó como resultado que hay tres factores que explican por qué las cosas buenas suelen pasar a las mismas personas. Un primer factor asegura que los individuos con suerte acostumbran a hacer caso a sus corazonadas, a su intuición. El segundo factor afirma que la gente con suerte, acostumbrada a pensar que sucederán cosas buenas, perseveran cuando sufren un fracaso, mostrándose optimistas ante las circunstancias. El tercer factor ratifica que, los suertudos, tienen una habilidad que los psicólogos llaman “mentalidad de inversión”, esto es, la capacidad para poder imaginar al instante que las cosas podrían haber sido mucho peores, pero que afortunadamente no lo son. Un ejemplo de esto último lo encontramos en los deportistas que compiten a alto nivel. Los ganadores de la medalla de bronce son más felices que los que ganan la medalla de plata. Resulta que, los medallistas de plata se sienten frustrados porque piensan que han estado a punto de ganar la de oro, contextualizando su gloria en la derrota, frente a los ganadores de la medalla de oro. Lo cierto es que, a pesar de que sí es verdad que hay gente más afortunada que otra, nadie nace con suerte. Y una de las maneras de atraerla es ser positivo ante la posibilidad de que nuestros deseos se hagan realidad perseverando en el esfuerzo, pues es una certeza que las personas con suerte son positivas, optimistas y seguras de sí mismas. En definitiva, la suerte es lo que sucede cuando la preparación se encuentra con la oportunidad. www.carloshidalgo.es

La automotivación

EL PERIÓDICO MEDITERRÁNEO Artículo opinión 4/2/2024 La automotivación Ha pasado el primer mes del año, momento en el cual ya se han abandonado el 20 % de los propósitos de año nuevo. Los principales motivos que impiden que cumplamos con ellos son una mala definición de la meta a conseguir, la impaciencia, pues lo queremos todo con premura, y la presencia de pensamientos derrotistas y negativos en nuestra mente. Estos tres factores juntos hacen que se de en nosotros una falta de motivación, que conlleva que poco a poco se desvanezcan los objetivos planeados. Con frecuencia, se confunde motivación con fuerza de voluntad y, sin embargo, no es el mismo concepto. La fuerza de voluntad es la capacidad para resistir la gratificación inmediata con la finalidad de alcanzar un objetivo mayor a largo plazo. Pero si la fuerza de voluntad no va acompañada de motivación, cada vez se hará más costosa, teniendo un límite. Así, la voluntad sin motivación es complicada de mantener, porque se convierte en un sufrimiento impuesto, un sacrificio vacío que no se acaba de comprender. Por otro lado, la automotivación es el motor interno que nos impulsa a perseguir las metas y objetivos, incluso cuando aparecen dificultades u obstáculos. Imagina tu automotivación como un pequeño mecánico en tu cerebro que, armado con su caja de herramientas emocionales y un montón de entusiasmo, te mantiene en marcha incluso cuando vienen cuestas en la carretera. Una estrategia para poner en marcha este motor es creer en nuestra capacidad para alcanzar metas y superar desafíos, pues las personas con alta autoeficacia tienden a persistir en su logro, a pesar de los contratiempos. Otra manera de aumentar la motivación intrínseca es establecer metas que realmente importen, que sean significativas y estén alineadas con nuestros valores personales. Esto es como tener un mapa del tesoro personalizado donde cada paso nos acerca un poco más al botín. Por último, es conveniente celebrar los pequeños logros, pues tienen un impacto positivo en nuestra motivación y bienestar. Te recuerda lo lejos que has llegado y te impulsa a seguir adelante. www.carloshidalgo.es