CARLOS HIDALGO Psicólogo clínico

Jóvenes infelices Un estudio de Harvard muestra qué, los jóvenes, están batiendo récords de infelicidad. Paradójicamente, a pesar de contar con más oportunidades educativas, mayor acceso a la información, más recursos y más derechos que las generaciones anteriores, la actual experimenta niveles alarmantes de tristeza, ansiedad y soledad, observando que los avances antes mencionados no se han traducido en una mayor satisfacción vital. Este aumento de la infelicidad en los jóvenes no es fruto de una sola causa, sino el resultado de una compleja interacción de factores culturales, sociales, tecnológicos y personales. Un eje central del malestar juvenil es la pérdida de propósito. Tradicionalmente, la juventud se asociaba con ilusión por el futuro, la búsqueda de metas y la construcción de una identidad propia. Sin embargo, hoy muchos jóvenes sienten que carecen de una razón clara para levantarse cada mañana, las oportunidades laborales son inciertas y el futuro se percibe como amenazante. Esta falta de un horizonte esperanzador, diluye la motivación y alimenta la apatía. En segundo lugar, a pesar de que vivimos en la era de la hiperconectividad, la soledad se ha convertido en una auténtica epidemia, especialmente entre ellos. Plataformas y redes sociales han multiplicado las oportunidades de interacción, pero muchas veces estas relaciones son superficiales y carecen de profundidad emocional. Y es que, la calidad de los vínculos es más importante que la cantidad. Así, la ausencia de amistades significativas, el debilitamiento de los lazos familiares y la falta de sentido de pertenencia han erosionado los pilares emocionales de las nuevas generaciones. En el fondo, la verdadera epidemia no es la tristeza, sino la desconexión del yo con el entorno y consigo mismo. www.carloshidalgo.es

Jóvenes infelices

Un estudio de Harvard muestra qué, los jóvenes, están batiendo récords de infelicidad. Paradójicamente, a pesar de contar con más oportunidades educativas, mayor acceso a la información, más recursos y más derechos que las generaciones anteriores, la actual experimenta niveles alarmantes de tristeza, ansiedad y soledad, observando que los avances antes mencionados no se han traducido en una mayor satisfacción vital. Este aumento de la infelicidad en los jóvenes no es fruto de una sola causa, sino el resultado de una compleja interacción de factores culturales, sociales, tecnológicos y personales. Un eje central del malestar juvenil es la pérdida de propósito. Tradicionalmente, la juventud se asociaba con ilusión por el futuro, la búsqueda de metas y la construcción de una identidad propia. Sin embargo, hoy muchos jóvenes sienten que carecen de una razón clara para levantarse cada mañana, las oportunidades laborales son inciertas y el futuro se percibe como amenazante. Esta falta de un horizonte esperanzador, diluye la motivación y alimenta la apatía. En segundo lugar, a pesar de que vivimos en la era de la hiperconectividad, la soledad se ha convertido en una auténtica epidemia, especialmente entre ellos. Plataformas y redes sociales han multiplicado las oportunidades de interacción, pero muchas veces estas relaciones son superficiales y carecen de profundidad emocional. Y es que, la calidad de los vínculos es más importante que la cantidad. Así, la ausencia de amistades significativas, el debilitamiento de los lazos familiares y la falta de sentido de pertenencia han erosionado los pilares emocionales de las nuevas generaciones. En el fondo, la verdadera epidemia no es la tristeza, sino la desconexión del yo con el entorno y consigo mismo. www.carloshidalgo.es

El salutismo Medimos la calidad del sueño con relojes inteligentes, tenemos aplicaciones que escanean los códigos de los alimentos para ver su composición, controlamos la cantidad de pasos que realizamos … Desde hace un tiempo, la salud se ha convertido en un valor supremo, una virtud de la que hacer alarde. Por eso, las exigencias con la salud son cada vez mayores, con una lista interminable de quehaceres, buscando su conquista. A esta obsesión por la salud perfecta se le conoce como “salutismo”, una especie de glorificación de la salud como valor moral. Pero detrás de su apariencia inofensiva se esconden conductas rígidas, culpa constante y una presión social por encajar en la utopía. En este fenómeno, las redes sociales tienen mucho que ver pues todas las personas que aparecen están delgadas, son guapas, están contentas y son populares, convirtiéndose en un problema cuando esas imágenes no solo inspiran, sino que imponen, creando un estándar moral sobre cómo deberíamos vivir, y olvidando que el bienestar no es uniforme ni universal. En psicología, este fenómeno se conoce como normatividad social implícita, donde lo que se muestra como deseable se convierte en obligatorio, sugiriendo que quien no la sigue está fallando, no solo en términos de salud, sino como persona. La diferencia entre cuidarse y caer en el “salutismo”, es la misma que hay entre ser ordenado o ser maniático del orden. En el primer caso, esa actitud está a nuestro servicio; en el segundo, uno está al servicio del orden. La realidad es que el bienestar no se mide por pasos, calorías u horas de sueño, sino por la paz con la que habitamos nuestro cuerpo y nuestra mente. www.carloshidalgo.es

PERIÓDICO MEDITERRÁNEO Artículo opinión 24/8/2025 Atrofia del pensamiento crítico El auge de los modelos de lenguaje, como ChatGPT, ha transformado el acceso al conocimiento, pero también ha generado preocupaciones en el ámbito psicológico. El análisis de 12.000 interacciones entre estudiantes y el chatbot durante dieciocho meses, ha revelado patrones de dependencia preocupantes. Desde la psicología, el fenómeno puede entenderse como una forma de refuerzo continuo pues, cada vez que el estudiante recibe una respuesta rápida y eficaz, se activa un circuito de recompensa cerebral similar al que interviene en el uso compulsivo de redes sociales o videojuegos. Uno de los riesgos de esto es la disminución progresiva de la autonomía cognitiva pues, los estudiantes, se están acostumbrado a delegar el pensamiento complejo en la herramienta, evitando así el esfuerzo mental, lo que afecta a la atención sostenida, la flexibilidad cognitiva y la capacidad de abstracción. Esta situación, a la larga, produce una “atrofia del pensamiento crítico”, es decir, una reducción de las habilidades necesarias para evaluar, contrastar y construir argumentos propios, pues el cerebro, por economía cognitiva, opta por delegar el análisis a agentes externos, como el ChatGPT. Además, muchos usuarios muestran signos de apego emocional, lo que plantea cuestiones éticas sobre la construcción de vínculos afectivos con entidades artificiales. En el caso de los chatbots, su tono empático y disponibilidad permanente fomenta una relación simbiótica que desplaza la interacción social humana. Por ello, se recomienda un uso consciente y moderado de estas tecnologías recordando que solo son un banco inmenso de datos. No se trata de demonizar la inteligencia artificial, sino de integrarla como herramienta complementaria que potencie el aprendizaje sin sustituir el proceso reflexivo y el pensamiento crítico. www.carloshidalgo.es

Fútbol con receta El próximo fin de semana, comienza a rodar el balón en la mayoría de las ligas europeas. En esta temporada se ha implantado una curiosa iniciativa en el ámbito de la salud mental: el sistema sanitario británico incorporará partidos de fútbol como parte del tratamiento terapéutico. Este programa piloto consiste en que, personas con depresión leve o moderada, podrán acceder gratuitamente a entradas para asistir a los encuentros del Forest Green Rovers, el equipo de Nailsworth que juega en la Liga Nacional Inglesa (equivalente a una tercera división española). En el Reino Unido, intentan que el fútbol deje de ser solo un deporte para convertirse en una herramienta terapéutica al servicio de la salud mental pues, en lugar de limitarse a recetar medicamentos, algunos profesionales de la salud han comenzado a prescribir la asistencia a entrenamientos y partidos asegurando que esto aliviará sus síntomas. La idea parte de la sencilla observación de que el deporte, y especialmente el fútbol, tiene un efecto profundamente positivo sobre el bienestar emocional. El proyecto busca aprovechar el carácter inclusivo del deporte para combatir el aislamiento y favorecer la salud mental, permitiendo a los participantes sentirse parte de una comunidad, algo especialmente valioso para quienes atraviesan dificultades personales o psicológicas. Este enfoque, si bien no reemplaza el tratamiento clínico cuando es necesario, sí lo complementa con una dimensión emocional, física y social que, a menudo, queda desatendida. En espera de otras recetas tipo Zumba para corazones rotos, Meditación para jefes tóxicos, Karaoke para traumas leves o Cata de vinos con lloradita incluida (porque algunas lágrimas combinan bien con tinto), por ahora, el fútbol gana por goleada.  www.carloshidalgo.es

LA HORMESIS La hormesis, término derivado del griego hormáein (estimular), es un concepto que conecta de forma profunda el estrés, la resiliencia y el desarrollo psicológico. Originalmente acuñado en el ámbito biológico, la hormesis describe cómo el organismo responde de manera positiva a estímulos adversos de baja intensidad. Aplicado a la psicología, defiende que el enfrentamiento a dificultades moderadas puede activar procesos mentales que no solo ayudan a superar el reto inmediato, sino que también fortalecen la mente para desafíos futuros. No se trata de glorificar el sufrimiento, ni de defender la incomodidad como estilo de vida, sino de resignificar el malestar transitable como un catalizador de crecimiento. La naturaleza es sabia, y ya nos enseña esta lógica: ante estresores asumibles, el cuerpo se adapta, se fortalece y aprende. Del mismo modo, cuando una persona se enfrenta a retos complejos pero manejables (desde aprender una nueva habilidad, superar una ruptura emocional o hablar en público) el sistema psicológico se activa y responde de forma sofisticada. El desafío se interpreta como algo significativo, pero accesible, lo que permite reorganizar estructuras mentales, reforzar la autoestima, mejorar la toma de decisiones, y entrenar la flexibilidad cognitiva. Pequeños terremotos que, lejos de derrumbarnos, rediseñan nuestra estructura interna. Este tipo de estrés positivo, conocido como eustrés, se distingue del distrés por su efecto estimulante: en lugar de paralizar, moviliza. El secreto está en el equilibrio: la prueba debe ser suficientemente intensa como para provocar un cambio sacándonos de nuestra zona de confort, pero no tan abrumadora como para generar un gran desgaste emocional. Es como el picante en la comida o la suegra en dosis controladas: molesta, pero da sabor. www.carloshidalgo.es

La vida en contrastes Dos cosas te definen: tu actitud cuando no tienes nada y tu humildad cuando lo tienes todo. Esta poderosa afirmación de Antoine de Saint-Exupéry, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del ser humano. En ella se condensa una profunda verdad: la forma en que enfrentamos la escasez, y cómo gestionamos la abundancia, son un reflejo fiel de nuestros valores y personalidad. Los periodos de dificultad pueden presentarse de distintas formas: problemas económicos, pérdidas personales o crisis emocionales. Sin embargo, lo que nos define no es lo que nos falta, sino la manera en que respondemos ante ello. Porque cuando los recursos son escasos y las oportunidades limitadas, nuestra actitud se convierte en el espejo de nuestra fortaleza interior. Así, las dificultades pueden moldearnos de dos maneras. O bien quebrarnos, o bien sacar a relucir la resiliencia, el ingenio y la dignidad que llevamos dentro. El otro gran desafío de la vida ocurre cuando la fortuna nos sonríe y el éxito nos acompaña. Lograr grandes objetivos, alcanzar reconocimiento y obtener riqueza, es una meta para muchos, pero la verdadera prueba reside en cómo gestionamos esa abundancia, dado que es fácil dejarse llevar por el poder, el dinero o la vanidad. En este punto, es la humildad la que se convierte en la verdadera medida de nuestra madurez emocional. En definitiva, esta cita nos recuerda que la vida no es una línea recta. Y que no importa cuán alta sea la cima que alcancemos, ni cuán profundo sea el valle en el que nos encontremos. Lo esencial es mantener nuestra integridad en ambos escenarios y la manera en que respondemos ante cada etapa del camino. www.carloshidalgo.es

El autocuidado El autocuidado emocional es esencial porque constituye la base para vivir con mayor equilibrio, bienestar y salud integral. No se trata únicamente de mimarse, sino de asumir la responsabilidad de atender nuestras propias necesidades —físicas, mentales y emocionales— entendiendo que no es un lujo, sino una necesidad vital. Algunos gestos cotidianos pueden ayudarnos a cultivar ese espacio interior, como aprender a decir “no” con serenidad, sin necesidad de explicar o justificar. También es valioso reservar tiempo para uno mismo, como si fuese una cita (porque lo es), y explorar prácticas que inviten a la calma, como la respiración consciente, los paseos tranquilos, escuchar música suave o simplemente sentarse en silencio. Sin embargo, muchas de las estrategias que adoptamos en búsqueda de desconexión emocional no solo resultan ineficaces, sino que pueden intensificar el malestar. Por ejemplo, aunque un “atracón de series” pueda parecer una forma de descanso inocente, en realidad genera una sobreestimulación mental que bloquea el reposo cognitivo. Diversos estudios lo vinculan con peor calidad del sueño y mayor fatiga, debido a que el cerebro sigue procesando información, aunque el cuerpo permanezca en reposo. Otro error es “obligarnos” a estar tranquilos. Repetirse frases como “no debería estar estresado” genera una contradicción emocional, y esta exigencia activa mecanismos internos de vigilancia que elevan la ansiedad, convirtiendo la presión por sentirnos bien en una nueva fuente de malestar. La clave no es solo distraerse, huyendo de las emociones, sino sintonizar con nuestras verdaderas necesidades creando espacios seguros donde podamos procesarlas. No obstante, cada persona responde de manera única, por lo que lo más sabio es experimentar qué estrategias nos ayudan de verdad a sentirnos mejor. www.carloshidalgo.es

La relatividad del tiempo El verano, con sus vacaciones, se ve como un paréntesis donde el tiempo parece cambiar de piel. Inmersos en ese instante del año en que la rutina se desvanece, y el mundo parece girar con distinta cadencia, es entonces cuando ocurre esa especie de espejismo que hace que los días de descanso se deslicen con ligereza, mientras los laborales se dilatan en el tiempo. Este fenómeno tiene su raíz en la neurociencia y el modo en que almacenamos recuerdos, pues el cerebro distorsiona la percepción del tiempo según lo que sentimos, anticipamos o vivimos. Por un lado, en el trabajo, el cerebro se enfrenta a tareas repetitivas, plazos exigentes y distracciones constantes, lo que afecta a cómo medimos subjetivamente el tiempo, pues hay menos estímulos nuevos (todo suelen ser rutinas). Además, se produce una atención fragmentada al saltar entre correos, reuniones y mensajes, erosionando la continuidad de los momentos. Por último, el esperar el final de momentos determinados, hace que cada minuto se sienta más lento. El resultado: los días laborales se sienten extensos y poco memorables. Sin embargo, las vacaciones activan circuitos cerebrales completamente diferentes. Hay una estimulación constante con nuevos paisajes, sabores, conversaciones y sorpresas, que hace que el cerebro registre muchas más imágenes mentales. Además, hay una concentración plena al vivir el presente, anticipando horizontes más largos (el día entero, no solo una actividad), lo que genera una percepción más integrada. En definitiva, la percepción del tiempo no está dictada por el reloj, sino por sensaciones y vivencias, siendo el cerebro quien hila el tiempo, no con segundos, sino con emociones y recuerdos. www.carloshidalgo.es

Del cielo al infierno Esta semana se cumplen 15 años del famoso minuto 116, cuando Andrés Iniesta alcanzó la cúspide del fútbol al marcar el gol que otorgó a España su primer título en un Mundial. El éxito, el reconocimiento y la gloria deportiva son sueños que muchos persiguen, pero detrás de ello puede esconderse una realidad silenciosa: la lucha interna contra la depresión. Iniesta, símbolo del deporte rey, ha demostrado que la salud mental no distingue entre fama o logros. Su historia es un recordatorio de que incluso en la cima del éxito, el bienestar emocional puede verse amenazado. Cuando Iniesta perdió a su amigo Dani Jarque en 2009, la tristeza, la ansiedad y el vacío lo invadieron, sumiéndolo en una depresión severa. Su felicidad pública contrastaba con una oscuridad personal; del cielo al infierno en un segundo. La presión y el desconocimiento de su estado emocional lo llevaron a vivir una “doble vida”, mostrando alegría en público, mientras lloraba en privado: Me metía en la ducha y lloraba. Lloraba sin que nadie me viese. Otros deportistas, como Michael Phelps, Simone Biles o Naomi Osaka, han hablado abiertamente sobre su lucha por conseguir el equilibrio psicológico, ayudando a fomentar conversaciones sobre el bienestar psicológico en el deporte. El viaje de Iniesta desde la gloria hasta la oscuridad, y su posterior recuperación, es un testimonio poderoso de la resiliencia humana. Su historia nos invita a reflexionar sobre la importancia de cuidar nuestra salud mental, reconocer nuestras vulnerabilidades y buscar ayuda cuando sea necesario. Porque la verdadera victoria no está en los trofeos, sino en el bienestar emocional y en la capacidad para superar los momentos difíciles. www.carloshidalgo.es