Sincericidio
La sinceridad es una virtud valorada en las relaciones personales y profesionales. Ser íntegro, probo y transparente genera confianza, fortalece vínculos y construye un nexo de unión tal, que hace que los lazos que se establezcan sean hercúleos. No obstante, si la sinceridad implica comunicar la verdad con delicadeza y empatía, buscando el momento y la forma adecuada para hacerlo, el sincericidio es el acto de decir lo que uno piensa sin filtro, sin prudencia y sin tener en cuenta los sentimientos de los demás. Y, cuando esto se produce, las consecuencias pueden ser nefastas. De entrada, se produce un deterioro en las relaciones, pues la gente que se siente herida, atacada u ofendida, evita el contacto desconfiando de la persona que practica el sincericidio. Además, se crea un ambiente hostil, tenso y adverso, estableciendo un entorno hiriente y destructivo. Para que esto no ocurra, se debe pensar antes de hablar, reflexionar sobre si es el momento y contexto adecuado, y tomar en consideración sobre si decir “la verdad” aportará algo positivo a quien la escuche. Porque hay mucha gente que, escudándose en el lema yo es que soy muy sincero, justifica la impertinencia expresando realidades objetivas con opiniones negativas no solicitadas, solo para desahogarse, en una especie de honestidad mal entendida. Con frecuencia, la persona sincericida es insegura y rígida mentalmente (estilo Risto Mejide), con conflictos internos que le hacen posicionarse como superiores, utilizando una falsa honestidad, y haciéndonos saber que estamos ante un ser supremo. Y es que, no se trata de mentir, sino de transmitir una opinión de forma adecuada con sensibilidad y deferencia, en el momento y lugar oportuno. www.carloshidalgo.es