La paradoja de Stockdale
El Almirante James Stockdale fue el prisionero estadounidense de mayor rango en la guerra de Vietnam (1955-1975). Estuvo encarcelado en condiciones pésimas, llegando a ser repetidamente torturado, durante 8 años. Pese a todo, sobrevivió. Mientras estuvo en cautiverio, Stockdale se percató de que los prisioneros que menos probabilidades tenían de sobrevivir eran precisamente los que tenían un exceso de optimismo. Éstos cautivos no se paraban de repetir que para Navidades todos estarían en casa. Sin embargo, cuando pasaban unas y otras Navidades y seguían allí, terminaban deprimidos, se rendían y fallecían. Al contrario, los prisioneros que mantenían la esperanza pero que, a la vez, eran más realistas y no intentaban evadirse de la desesperada situación, sino que aceptaban el horror que estaban viviendo, fueron los que sobrevivieron. Esto es así porque un optimismo ingenuo da lugar a una falsa esperanza que, junto con la desilusión final, termina agotando a la persona, tanto en el plano físico como el psicológico. Tanto la esperanza como el optimismo se centran en un futuro positivo. Sin embargo, mientras que la esperanza implica tener fe en que vamos a obtener resultados positivos, el optimismo candoroso implica contar con ellos, darlos por hecho. En ocasiones, cuando fracasamos en un proyecto el problema quizá no sea que la idea no fuera brillante. Puede que un exceso de optimismo nos lleve a asumir demasiados riesgos, confiando cándidamente en que todo saldrá bien. Así, uno de los errores que se comete es que se desarrolla una atención selectiva al centrarnos exclusivamente en las cosas que queremos ver, por lo que organizamos parte de nuestra vida en base a lo que esperamos conseguir, tal vez alimentando expectativas irreales que nos alejan cada vez más de la realidad. Sería algo así como pensar siempre: “¿para que necesito el paraguas si no va a llover?”www.carloshidalgo.es