LA ONIOMANÍA
Hace un tiempo se descubrió que un trabajador del pueblo sevillano de Lora del Río, responsable del pago de las nóminas de los trabajadores municipales, obtuvo un sobresueldo de un millón de euros cuando su nómina era de 1.500 euros brutos al mes. Valiéndose del cargo, además de su nómina real, se ingresaba a sí mismo, durante al menos 15 años, otras nóminas falsas, a nombre de trabajadores inexistentes, hasta sumar un millón de euros. Cuando en marzo de 2011 la Guardia Civil detuvo a Antonio L.G., se comprobó que en vez de disfrutar de una situación desahogada, éste tenía 40 préstamos y 18 tarjetas de crédito. En una parcela que tenía guardaba decenas de relojes, cámaras de fotos y vídeo, televisores, ordenadores, bicicletas, cortacéspedes, casi todo aún embalado. Su abogado dice que tiene un trastorno y pide eludir la cárcel. El propio Antonio ha esgrimido en su defensa que no estafó a sus vecinos por codicia, sino por la oniomanía que padece, esto es, el ansia compulsiva y patológica que impulsa a comprar costosos productos a los que no se les hace servir. Uno de cada 150 españoles sufre oniomanía. Puede ocurrir que, por vergüenza, los objetos comprados sean escondidos. La compra conlleva una sensación de angustia que sólo se supera a través de una nueva compra, por lo que el comprador compulsivo se ve atrapado en un círculo vicioso. El alcalde no se cree el diagnóstico y dice que Antonio es “un caradura” al recordar que al padre de Antonio ya lo cazaron años atrás por llevarse una cantidad millonaria del Ayuntamiento donde trabajaba. De raza le viene al galgo. www.carloshidalgo.es