El efecto Benjamin Franklin
A todos nos gusta gustar. No hay nada extraño ni problemático en desear gustar a los demás, pues la motivación por conseguir una aceptación en el otro es sana, siempre y cuando sea una preferencia, y no una necesidad. Benjamin Franklin fue un político, científico e inventor del pararrayos en el siglo XVIII. Eficiente hombre público y destacado artífice de la independencia de los Estados Unidos, es probablemente el personaje más querido de su país y el único americano de la época colonial británica que alcanzó notoriedad en Europa. Elegido miembro de la Asamblea General, encontró un duro opositor que hablaba siempre en su contra. Sabiendo que su contrincante era un hombre de gran fortuna y educación, adivino que en el futuro iba a ser muy influyente e, inquieto por esta oposición, decidió ganarse al caballero. Pero en vez de hacerle algún favor, indujo a que fuera el propio opositor quien se lo hiciera a él, pidiéndole prestado un libro de su biblioteca privada. El caballero se lo prestó inmediatamente, sintiéndose muy halagado por la solicitud. Franklin se lo devolvió con una nota de agradecimiento y partir de ese momento, fueron amigos íntimos hasta la muerte. Este hecho demuestra que cuando un adversario nos hace un favor, disminuye su desprecio hacia nosotros, aumentando la probabilidad de que llegue incluso a querernos. La explicación se encuentra en un fenómeno psicológico llamado disonancia cognitiva que ocurre cuando se produce un problema para compatibilizar la idea buena de uno mismo, con una mala conducta, provocando un malestar emocional Para resolver esto, la mente alinea las emociones con el fin de que sean coherentes con las acciones del individuo. En consecuencia, hacer un favor (algo bueno) a alguien que nos desagrada (algo malo), crea una contradicción que la mente elimina haciéndonos creer que esa persona no es mala. www.carloshidalgo.es