Durante ocho años (del 58 al 50 a.C.), Julio César sometió al dominio romano buena parte de las actuales Francia y Bélgica, realizando también incursiones en Britania y Germania, destacando como un general contundente y agresivo. Su método en las operaciones militares era siempre el mismo: encontrar al ejército enemigo y destruirlo. Sin más. Excelente motivador, capaz de conseguir que sus hombres se entregasen en cada tarea, ya fuese una marcha, un asedio o una batalla, nunca sufrió una derrota. Pompeyo, celoso de los éxitos de César en la Galia, consiguió que el Senado no le nombrara Cónsul, mientras le prohibía la vuelta a Roma. Pero Julio César decidió a marchar sobre Roma con la intención de derribar a Pompeyo. El río Rubicón tenía especial importancia en el derecho romano porque a ningún general le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas, al ser la frontera entre las provincias romanas y la Galia, para que así Roma quedara protegida de amenazas militares internas. En el camino de vuelta, sus generales le preguntaban inquietos que iba a hacer cuando llegase al Rubicón, a lo que Julio César contestó: “Cuando lleguemos a ese río, cruzaremos ese puente”. Lo dijo como una forma de instruir a sus generales, para que aprendieran a concentrarse en los problemas presentes, intentando que enfocaran su atención a la resolución de los problemas del día, y no en el futuro. Una forma de utilizar el Mindfulness, pero 20 siglos antes, consistente en estar atento de manera intencional a lo que hacemos, poniendo atención de manera consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación Porque, con frecuencia, tendemos a adelantar acontecimientos olvidándonos que el 90 % de las cosas que nos preocupan nunca ocurren, sacrificando el presente, pensando en el futuro. Estamos mal acostumbrados a mirar por dónde vamos a pisar, en vez de fijarnos en nuestras propias pisadas. www.carloshidalgo.es