El eco de la ausencia
A finales de enero de 2025, el equipo del acuario Kaikyokan, en Japón, observó una conducta inusual en un Pez Luna, tras el cierre temporal de la instalación. Si normalmente mostraba una conducta interactiva y curiosa, de repente dejó de comer y comenzó a frotar su cuerpo contra los lados del tanque. Preocupados por su bienestar, los investigadores consideraron diversas hipótesis como parásitos o trastornos digestivos. Sin embargo, tras una observación más detenida, surgió la posibilidad de que el pez podría estar reaccionando a la ausencia de los visitantes humanos. Buscando una solución, colocaron numerosas fotografías de personas en el cristal del acuario. Sorprendentemente, ese mismo día, el Pez Luna recuperó el apetito y mostró signos de relajación, como si la presencia humana, aunque simulada, devolviera un sentido de familiaridad y tranquilidad. Este fenómeno recuerda lo ocurrido durante la pandemia en el acuario Sumida de Tokio. Allí, una especie de anguila, que solía estar cómoda con la presencia humana, empezó a esconderse y enterrarse tras la abrupta desaparición de los visitantes. Parecía que habían perdido la costumbre de la interacción, volviéndose cada vez más recelosa y tímida. Estos casos sugieren que, para muchas especies, la presencia humana puede ser un elemento clave de enriquecimiento ambiental y, su ausencia, un factor generador de estrés. Así, parece que no sentirse solo es crucial para el bienestar emocional, siendo un rasgo compartido por una gran variedad de seres vivos, no solo en los humanos, desempeñando un papel fundamental en el equilibrio psicológico. Porque puede que los peces no compongan melancólicas baladas sobre la soledad, pero es evidente que se ven afectados por la añoranza. www.carloshidalgo.es