CARLOS HIDALGO Psicólogo clínico

Napoleón pierde otra batalla

El pasado 20 de octubre, cuatro ladrones encapuchados irrumpieron en la Galería de Apolo del Louvre y, en siete minutos, se llevaron nueve piezas de valor incalculable, entre ellas diademas y collares de la época de Napoleón y la emperatriz Eugenia de Montijo. El robo, realizado a plena luz del día y con el museo abierto al público, no solo ha puesto en jaque la seguridad de éste, sino que también revela un proceso mental inquietante: el efecto espectador. Este fenómeno psicológico asegura que la probabilidad de que una persona intervenga en una emergencia disminuye cuantas más personas haya presentes. Esto ocurre tanto por la difusión de la responsabilidad, donde cada individuo siente menos presión personal para actuar, como por la influencia social, ya que se tiende a imitar el comportamiento de los demás. De esta forma, la responsabilidad se fragmenta, y el resultado es la inacción colectiva. En el caso del Louvre, ni visitantes ni personal reaccionaron de inmediato. El ruido de motosierras y vitrinas rotas pudo confundirse con obras de mantenimiento, pero también operó esa parálisis social que inhibe la acción individual. Imaginarse la escena es hilarante: los visitantes, pensando que era una performance, y el personal de seguridad aplicando una máxima de la filosofía zen: “si no miro, no existe”. El robo, más allá de la pérdida patrimonial, es un espejo de nuestra vulnerabilidad como sociedad, recordándonos que la indiferencia compartida es tan peligrosa como el delito. Si nadie se siente responsable, el terreno queda libre para que unos pocos impongan su voluntad sobre el bien común. Romper el efecto espectador implica recuperar la valentía de actuar, incluso cuando otros callan. www.carloshidalgo.es

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