El juicio de la secta de Vistabella, ya en su tramo final, ha destapado abusos sexuales a menores y dejado al descubierto heridas profundas en los cimientos de la infancia. Lo más devastador, no ha sido solo el dolor inmediato, sino la manipulación sistemática de la percepción de su mundo construyéndoles una realidad paralela y mágica, diseñada para sustituir sus vínculos naturales por la sumisión a los líderes del grupo. Durante años, como parte de una estrategia perversa, los niños fueron tratados como elegidos con regalos, fiestas y atenciones. Pero a partir de los 12 años, esa fantasía se transformaba en pesadilla, comenzando los abusos sexuales y la pérdida de la inocencia. En una etapa crucial del desarrollo, justo cuando la identidad comenzaba a forjarse, se les privó del amparo y la seguridad, generando un daño psicológico tan profundo como duradero. Como secuela de esta manipulación, se produce una fractura en la confianza hacia los adultos, lo que derivará en dificultades para establecer vínculos seguros en la vida adulta. A todo esto, se suma el trauma del propio abuso, que no solo vulnera el cuerpo, sino también la candidez. Las víctimas deben enfrentarse a dolorosos recuerdos y reconstruir su identidad en un contexto donde lo que aprendieron como verdadero era una mentira. Una estrategia terapéutica clave en su recuperación es la reconstrucción narrativa. A través de esa terapia, las víctimas tienen que reelaborar su historia, resignificando los hechos desde una posición diferente, reconociendo que lo vivido fue una imposición, y no una elección. Porque sanar no es olvidar, sino integrar el pasado sin que defina el futuro. Solo así será posible recuperar la dignidad arrebatada. www.carloshidalgo.es