El salutismo
Medimos la calidad del sueño con relojes inteligentes, tenemos aplicaciones que escanean los códigos de los alimentos para ver su composición, controlamos la cantidad de pasos que realizamos … Desde hace un tiempo, la salud se ha convertido en un valor supremo, una virtud de la que hacer alarde. Por eso, las exigencias con la salud son cada vez mayores, con una lista interminable de quehaceres, buscando su conquista. A esta obsesión por la salud perfecta se le conoce como “salutismo”, una especie de glorificación de la salud como valor moral. Pero detrás de su apariencia inofensiva se esconden conductas rígidas, culpa constante y una presión social por encajar en la utopía. En este fenómeno, las redes sociales tienen mucho que ver pues todas las personas que aparecen están delgadas, son guapas, están contentas y son populares, convirtiéndose en un problema cuando esas imágenes no solo inspiran, sino que imponen, creando un estándar moral sobre cómo deberíamos vivir, y olvidando que el bienestar no es uniforme ni universal. En psicología, este fenómeno se conoce como normatividad social implícita, donde lo que se muestra como deseable se convierte en obligatorio, sugiriendo que quien no la sigue está fallando, no solo en términos de salud, sino como persona. La diferencia entre cuidarse y caer en el “salutismo”, es la misma que hay entre ser ordenado o ser maniático del orden. En el primer caso, esa actitud está a nuestro servicio; en el segundo, uno está al servicio del orden. La realidad es que el bienestar no se mide por pasos, calorías u horas de sueño, sino por la paz con la que habitamos nuestro cuerpo y nuestra mente. www.carloshidalgo.es