CARLOS HIDALGO Psicólogo clínico

La dependencia emocional de la IA A medida que la inteligencia artificial se integra en nuestras vidas, sus aplicaciones han evolucionado desde asistentes para tareas simples, hasta compañeros de conversación aparentemente empáticos. Cualquier modelo de inteligencia artificial puede mantener una “charla”, que parece humana al simular empatía, dar consejos e incluso escuchar sin juicio. Para personas que se sienten solas o buscan desahogarse, la IA se ha convertido en un refugio o lugar “seguro”, pues están siempre disponibles y tienen respuestas rápidas. Pero también es cierto que mucha gente corre el riesgo de volverse dependiente emocional, al convertirse la IA en su vía principal de apoyo, relegando a un segundo plano las relaciones humanas. La dependencia emocional se da cuando una persona busca su estabilidad emocional en algo o alguien externo, en este caso la IA. No podemos olvidar que este tipo de relación, no tiene el respaldo afectivo genuino que brinda una conexión humana. Por mucho que simule una escucha atenta, no puede experimentar empatía, ni compartir la carga emocional de manera real, haciendo que la persona se aleje de la riqueza que aporta una relación humana. Y, a pesar de que pueda parecer inofensiva, la dependencia emocional con la IA presenta varios riesgos. Entre ellos, el aislamiento social, pues a medida que una persona se acostumbra a encontrar consuelo en una IA, reduce su interés por mantener relaciones personales, con la consiguiente merma en el crecimiento personal que sí proporciona el auténtico vínculo humano. Así que, si bien puede ofrecer apoyo en un momento de necesidad, nunca nos dará un abrazo cuando tengamos un mal día, ni nos dirá un te quiero con intención real.

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